Hablamos mucho sobre las emociones y las vivimos poco. Las emociones pueden ser grandes aliadas o temibles enemigas, ello depende de cómo las gestionemos.
Muchas veces las personas se asustan ante determinadas emociones, ello en parte tiene que ver con la socialización emocional, puedes ampliar información aquí.
Pero…. ¿Cómo vamos a manejar una emoción si no la conocemos, la confundimos con otra o la tememos?
El mundo de las emociones es un terreno realmente apasionante y con muchos horizontes por explorar, también con grandes aportaciones ya realizadas. La emoción puede ser conceptualizada de muchas maneras, a mí personalmente me gusta la aportación de Leslie Greenberg, dónde dice: “Una emoción es, en su esencia, un sistema innato y adaptativo que se ha desarrollado para ayudarnos a sobrevivir y a vivir. Es la fuente primaria de la experiencia”.
En el día a día se hace imprescindible conocer y saber gestionar nuestras emociones, de ello depende nuestra relación con nosotros mismos, con los demás, con la vida y con el mundo que nos rodea. La inteligencia emocional, como acuñó Howard Gardner en su teoría sobre las inteligencias múltiples en 1983 ya habla de la importancia de identificar las emociones y saber manejarlas como requisito necesario para desenvolverse en la vida.
La formación de las emociones tiene lugar a través de procesos biológicos y procesos de socialización, tanto en la familia de origen como en la propia cultura. Hay emociones primarias que son innatas, emociones con las que nacemos y emociones de las que necesitamos para sobrevivir. El miedo, la alegría o la tristeza son un ejemplo.
Por otra parte hay otras emociones que podríamos llamar emociones secundarias o sustitutivas que son más mentales, aprendidas durante nuestro proceso de socialización. Estas emociones suelen ser defensivas y enmascaran a las emociones primarias, en un intento de conseguir unas cosas y evitar otras. La culpa y la vergüenza son algunos ejemplos de ellas.
Tanto unas como otras nos dan información y el momento en que aparecen se produce de una manera más o menos automática. Diferenciar cuando se dan unas de otras ya nos ayuda a gestionarlas.
Las emociones primarias nos informan de nuestras necesidades más genuinas y están a nuestro servicio; en las secundarias nos alejamos de nuestras necesidades reales y dejan de estar a nuestro servicio, siendo nosotros los que estamos al suyo. Y tú, ¿encuentras más diferencias?
Feliz fin de semana!
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