No sé cuanto voy a vivir, no sé cuanto vas a vivir. Quizá mañana ya no esté, quizás mañana ya no estés.
Puede que pasen muchos años o puede que tan solo unos pocos. Y mientras esto pasa yo decido como empleo este espacio y tiempo que me han sido dados y como me relaciono con ello: como me cuido, como me atiendo, que es para mi importante y que no lo es… a veces por mucho que quiero decidir no tengo elección, pues la vida y la sabiduría que posee, me lleva a lugares, situaciones y personas que yo misma desconozco.
Voy haciendo una danza con lo de fuera y lo de adentro. Busco un equilibrio que me lleve al centro, unas veces me inclino más hacia un lado, otras hacia otro… algunas veces me mantengo en el centro. Con cada paso que doy, con cada movimiento que hago encuentro el equilibrio… y otras el desequilibrio para volver a armonizarme y danzar con otro ritmo, con otra música, en otra dirección…
Vas danzando tu también, con todo. A tu manera, diferente a la mía, también buscas el equilibrio. Algunas veces te inclinas más hacia un lado, otras más hacia otro…alguna vez te mantienes en el centro. Con cada movimiento encuentras el equilibrio o lo pierdes, y lo buscas de nuevo.
Y entonces nos encontramos en esta gran danza, en esta danza de la vida. Una danza donde armonizamos lo nuestro: lo mío con lo tuyo y lo tuyo con lo mío. Una danza donde a veces nos miramos y otras perdemos la mirada. Mientras, nos sentimos. Una danza donde nos cogemos y nos soltamos para volver a danzar con nosotros y volver a danzar con el otro. Danzamos con tantas personas…! Con algunas nos conectamos, mientras que con otras… no fue posible. Algunas permanecen mucho tiempo a nuestro lado, otras un corto espacio.
Y así reimos, lloramos, gritamos, amamos… vivimos. Jugamos, aprendemos, nos equivocamos y crecemos en esta danza que si algo sé es que nos lleva hacia lugares extraordinarios donde sentimos la vida a través de las relaciones, de las experiencias, de los encuentros, de los desencuentros…
Cada persona con la que danzo me trae una enseñanza sobre mi, sobre la manera de vincularme, sobre la vida misma. No puedo hacer otra cosa que agradecer su paso por mi vida y el baile compartido porque a pesar de cuánto hayamos danzado, cómo y dónde siempre quedará ese encuentro que vivimos.
Cómo decía Borges: «Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevan mucho pero, no habrá quien no deje nada. Esta es la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad».
Nos vemos en breve…feliz día!
Precioso.
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