Decía Confucio que tenemos dos vidas y que la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que sólo tenemos una. No puedo estar más de acuerdo. Creo que el mayor impacto que puede causar a una persona replantearse su manera de estar en la vida es precisamente darse cuenta de que sólo tiene una. ¿Qué tiene que pasar para ello?
En medio de este desastre mundial me paro a pensar si esta crisis provocará ese cambio tan necesario y urgente que el planeta y las personas claman. Miles de personas muriendo, familiares sin contacto… el dolor que no puede ser abrazado, contenido y compartido porque el contagio y la expansión del virus amenaza con instalarse. Condenados al aislamiento. Personas ocupadas queriendo que el tiempo pase más deprisa y cada prolongación del tiempo vivido como una privación más.
En estos días grises me da la impresión que la lluvia que arremete con fuerza es ese llanto incontrolable y desbordado que refleja el dolor tan inmenso de nuestros corazones. ¿Puedes sentir como te golpea?
Una primavera nunca imaginada, que nos muestra que da igual lo esperado, lo deseado… hay voluntades mayores que nos obligan a rendirnos ante lo que es. Cuando me paro y conecto con las circunstancias de las personas que se ahogan y no pueden tener ni tan siquiera una muerte digna acompañadas de los suyos cualquier preocupación adquiere el carácter de secundaria. Me doy cuenta de lo minúscula que soy al lado de todo lo demás, de la importancia tan relativa que tenemos los seres humanos aisladamente.
Si en estos momentos puedo olvidarme de mi y darle un lugar en mi corazón a aquel que está sufriendo, aquel que está dolido… si cada uno de nosotros puede conseguir esto… tengo más esperanza de que el cambio será posible. Dejar de mirarnos a nosotros mismos para mirar al otro. No se me ocurre una manera mejor en la que empezar a transformarnos como personas y como ciudadanos.
Y después, cuando el virus dé tregua, cuando volvamos a los hábitos, salgamos de las paredes y ocupemos la vida en las calles… si podemos tomar conciencia de cuán afortunados somos, respetar el planeta y corresponder a ello con agradecimiento y disfrute, habrá valido la pena. Por ahora, como dice una frase que anda por la redes: ´Que la vida me perdone las veces que no la viví´.