¿Vivir el camino o desear el destino?

«Iniciamos un sendero por la montaña hacia un lugar dónde esperamos encontrar un paraje del que nos han hablado muy bien. Un lugar dónde se respira tranquilidad, el paisaje es hermoso y hay un rincón magnífico donde poder descansar mientras se oye el canto de los pájaros. Deseamos llegar ya, cuanto antes lleguemos más tiempo podremos disfrutar de ese extraordinario lugar.
Absortos en nuestra mente, en la fantasía del paraje dejamos de lado la experiencia del presente. Nos perdemos el olor de las flores, la pureza del aire y el sol que nos acompaña.
Por fin llegamos al esperado lugar… una sensación de vacío se apodera de nosotros y pensamos… ¿esto era todo?»

¿Cuántas veces en la vida, transitamos anhelando tener experiencias, obtener resultados o conseguir determinados objetivos?

¿Cuántas veces la realidad es teñida por las expectativas previas que nos hemos formado?

No se trata tanto de no desear sino de cómo deseamos. Y es que, desear ayuda a caminar por la vida, pero también con el deseo se crean fantasías, expectativas y necesidades que nos envuelven y nos alejan de lo que realmente importa: el aquí y ahora. En el destino no sabemos lo que encontraremos, sencillamente, porque no lo hemos vivido.

Creamos miradas hacia el futuro y perdemos la esencia del momento, la belleza del instante presente. Desatendemos el aprendizaje y la experiencia. Dejamos pasar momentos que vienen y no vuelven.

Vivir la vida es aprender a estar presente en el camino de la vida. Llegar al destino es consecuencia de renunciar al deseo de llegar al destino.