Deseado y temido al mismo tiempo.
Cada vez me encuentro con más personas decididas a resolver asuntos laborales, familiares, sociales…que les producen malestar. Están dispuestas a cambiar en su entorno lo que haga falta para solucionar estas cuestiones.
En general, las personas actuamos así; queremos cambiar algo de fuera sin cambiar nada de dentro; sin revisar nuestras creencias, nuestros valores y nuestra manera de estar el mundo. Tenemos miedo al cambio; y añado: tenemos miedo a lo que imaginamos o fantaseamos como cambio, aunque luego la realidad nos muestre que solo era cuestión de dar el primer paso.
A veces es necesario modificar actitudes internas, otras veces situaciones externas y otras veces ambas. Lo que sí resulta imprescindible es encontrarse con uno mismo, y esto supone aprender a verse a uno mismo. Aprender a verse sin retirar la vista, permaneciendo el tiempo suficiente para tomar conciencia de lo que hay dentro y fuera de uno mismo, nos resulte más agradable o menos.
En el camino del encuentro existen atajos donde uno se puede decir toda serie de cosas para no encontrarse con la verdad, creyendo que así evitará el sufrimiento. Lo cierto es que el sufrimiento es mayor de esta manera, porque lo que aparentemente parece aliviar el dolor a corto plazo, a la larga se paga con un coste psíquico muy elevado.
Aprender a verse lleva su tiempo y su coraje, pero está al alcance de todos. Y lo que es más importante: nos permite vivir una vida con plenitud y desarrollar nuestros potenciales.
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