Cómo dejar de comer algunos alimentos, levantarse más temprano, ir más al gimnasio o dedicar más tiempo a aprender un idioma son algunos ejemplos de asuntos que nos cuestan y con los que nos peleamos cuando no hay manera de conseguirlos.
Frecuentemente decimos vamos a quitar ´malos´ hábitos (señalo lo de malo ya que habría que ver en qué sentido – cómo y cuándo- son malos): dejar de comer chocolate, no levantarse media hora después de que suene el despertador, etc.).
Pienso francamente que para quitar algo hay que saber que función hace en nuestras vidas, en este sentido si algo lo venimos repitiendo es como que también tiene su razón de ser.
En la lucha de adquirir hábitos saludables entramos en diálogos internos en los que el resultado muchas veces es la culpa. Incluso el castigo, ya sea en forma de autorreproche: ´Otra vez estoy con lo mismo, es que no sirvo para esto, no tengo fuerza de voluntad, etc.`
Esta culpa aparece porque algo pensamos que hemos hecho mal. Nos autoexigimos con la idea de que así lo conseguiremos. ´Yo es que me tengo que obligar, porque si no…´, ´es algo que me impuesto y no me voy a permitir saltar…lo llevo a rajatabla…´ y así frases por el estilo, que si bien fuerzan a empezar con un hábito no lo mantienen, porque para que algo se convierta en hábito no sirve la exigencia ni el castigo.
Además cuando nos cansamos de esa pelea entre la exigencia de hacer y la culpa de no hacerlo también llegamos a poner excusas para aliviar esa culpa y entramos en una rueda que no tiene fin.
Lo que hace que algo se convierta en hábito tiene más que ver con la satisfacción de nuestras necesidades, el autocontrol que sentimos al dominar algo y que ese algo no nos domine y el sentir que eso que hacemos tiene un valor para nosotros. El hábito no tiene que obedecer a un ´debería´ o a ´esta persona´; más bien a un ´quiero´ y un ´para mí es importante´.
Creo que es interesante averiguar el cómo estos ´malos hábitos´ operan en nuestra vida y de qué manera viven en nosotros para cumplir una función. Mientras lo desconocemos me parece más útil dejar de pelearnos contra eso e incorporar pequeñas acciones. Un ejemplo podría ser: Si a uno le cuesta levantarse temprano acostarse antes la noche anterior, cenar diferente para tener un sueño más reparador o leer en lugar de mirar la tele, por ejemplo.
Convertir en un valor aquello que queremos incorporar es fundamental, ya que si para uno es importante las acciones que haga respecto a ello tendrán sentido. También dejar de pelearse con aquello que no conseguimos eliminar; cómo dice Jung: “Aquello que rechazamos nos ata, aquello que aceptamos nos libera”.
Nos vemos pronto!
Pingback: Del propósito a la exigencia | IRENECALATAYUD