La vida nos reta y nos pone a prueba más veces de las que nos gustaría.
A veces en los momentos difíciles, donde no hay consuelo ni esperanza alguna, cuando todo se viene abajo y uno siente que todas las estrategias fallan, uno se siente impotente contra el dolor, sin fuerzas y con el alma rota.
Los consejos poco valen, no sirve hablar, no sirve salir, no ayuda hacer nada…el dolor es tal que pretender que desaparezca es demasiado ambicioso. Aunque el dolor tiene un sentido y forma parte del crecimiento, cuando aparece, cuando uno lo siente con todas sus entrañas es un tránsito difícil.
Hay pensamientos y actitudes que pueden ayudarnos a que este tránsito por el dolor sea un poco más liviano, como poner un poco de luz en medio de tanta oscuridad. El paisaje puede ser el mismo pero la manera de mirarlo ayuda que este vaya cambiando.
A continuación algunos de ellos:
- Tomar distancia. A veces nos identificamos tanto con aquello que nos produce dolor que nos es prácticamente imposible ver más allá durante mucho tiempo. Poder separar ambas cosas; a nosotros de eso que nos duele puede ayudarnos a gestionarlo mejor.
- Pensar que las cosas no son duraderas. Ni la alegría más esperada ni la tristeza más temida duran eternamente. La vida se rige por el principio de la impermanencia. En el ciclo de la existencia, como describe muy bien la tradición budista, todo pasa y nada queda. No existe ninguna situación que dure eternamente. Cuando no tenemos comprensión sobre esto el sufrimiento es inevitable, ya que intentamos satisfacer nuestra necesidad de seguridad apoyándonos en la ilusión de un suelo firme que en realidad está en constante evolución.
- Abrirse al dolor. Con el dolor creamos espacios necesarios para sentir el amor. Cuando llegamos al límite donde sentimos que no cabe más dolor aparece el camino de la compasión. Poder sentir la vulnerabilidad nos hace más fuertes, -a priori algo paradójico-, no hay razón para escondernos de nosotros mismos. Es como estar desnudos y mirarnos como no nos habíamos visto antes.
- Abandonar cualquier intento de solución. Renunciar el tener que tomar una decisión o vislumbrar una salida. Cuando el dolor está las soluciones la búsqueda de soluciones desquicia. Es entonces cuando más que nunca tiene sentido escuchar nuestro cuerpo, nuestras necesidades y respetar el ritmo que llevan. Ya habrá tiempo para decidir, y mejor aún, la decisión no tiene por qué suponer ningún esfuerzo, más bien fluirá con naturalidad.
- La meditación. Conectarse con nosotros en el aquí y ahora. Dejar las cosas así como están. Abandonarse en el ser y empezar a tomar conciencia de lo que ocurre. Empezamos a ganar claridad y serenidad. Los juicios y los miedos empiezan a perder fuerza.
Ojalá que podáis aplicar alguna de estas actitudes en momentos difíciles y mirar el dolor desde otra perspectiva.
Feliz viernes!