Últimamente se me hace presente el tema de la constancia en los hábitos, en los proyectos, en las relaciones y en la educación de nuestros niños.
La constancia es un valor a alcanzar para muchas personas, me atrevo a decir que para todas.
De las cosas que nunca dejamos de aprender es a ser constantes, en menor o mayor medida continuamente estamos practicando ser constantes en algo. Para algunos en la alimentación, para otros en el deporte y para otros tantos en el estudio, el aprendizaje de un idioma o incluso en mantenerse atento al presente.
Considero que tenemos pendiente una conversación con la constancia, sí, has escuchado bien: una conversación. Creo que hemos olvidado algo muy básico, y es que la constancia no sabe de resultados inmediatos.
A veces nos contamos a nosotros mismos que no somos constantes, que no tenemos fuerza de voluntad para hacer algo o para dejar algo y nos sentimos incapaces, frustrados, etc. La verdad es que no se trata de ser o no ser constante, sino de aprender a perseverar. La constancia empieza siendo una habilidad que con entrenamiento, como muchas de las habilidades, se convierte en capacidad.
Según como hemos sido educados nos resulta más fácil o más difícil ser constantes. También según las creencias de identidad que hayamos incorporado o que hayamos desarrollado; pero sobretodo según los valores que tengamos, que como todo, son algo que va cambiando con el tiempo.
Uno de los principios para desarrollar la constancia es renunciar a la gratificación inmediata, a estar con lo que hay (sin renunciar por ello a lo que deseamos), a retrasar la satisfacción urgente de cosas, que de alguna manera son prescindibles.
Otro es poner el foco en las cosas en las que sí somos constantes; así podemos ver que sí hay cosas en las que somos constantes y que la creencia de no serlo no es del todo cierta, sino que hay hechos que la confirman y otros que la niegan. Darse cuenta de esto ya cambia muchas cosas.
Otro aspecto a considerar es… ¿qué entendemos por constancia? Muchas veces lo confundimos con el hábito. La constancia no es el hábito. El hábito es repetición. La constancia es la acción y el intentar una y otra vez iniciar algo, la mayoría de veces de forma diferente. No lograrlo y volver a intentarlo de una manera distinta, creativa, a veces disparatada. Hay una frase que me gusta mucho que dice: “Cómo no sabía que era imposible, lo hizo”. Tan sencilla y tan profunda.
Eduquemos a nuestros niños en el esfuerzo, en tolerar la frustración, en el ensayo, en la creatividad… en probar cosas diferentes. Además de estimularles a ser constantes les transmitiremos otros valores clave para su desarrollo personal.
Feliz viernes!
Irene, que difícil educar a los hijos en la constancia si yo misma me proprongo cosas como dejar de fumar, hacer dieta, etc y como el objetivo me fustra lo abandono rápido. Triste es darme cuenta aunque es posible que el darme cuenta ya suponga algo positivo para poder conseguir mis metas a largo plazo y no fustrarme en el camino. Feliz viernes!!!
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Así es Lola, la mejor manera de educar es con el ejemplo. De eso se trata, de darse cuenta y perseverar…tal vez haya que probar otros caminos. Un abrazo!
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