El modo en que los adultos viven las celebraciones, las festividades, los rituales…son espacios donde los niños observan y aprenden al igual que en otros espacios del día a día. En este proceso de aprendizaje interiorizan una serie de valores y creencias que les sirven de guía para ir desenvolviéndose en la vida.
En estas fechas navideñas; las comidas, las sobremesas, los regalos…se convierten en momentos donde los niños siguen aprendiendo de los adultos; de su manera de ser, estar y hacer; y todo ello la mayor parte del tiempo de manera inconsciente.
Los niños toman lo que ven y lo incorporan como parte de su identidad, a la vez que aprenden a satisfacer sus necesidades de diferentes maneras.
La frustración es un sentimiento muy común en los niños de hoy en día. Aparece cuando el niño no puede conseguir aquello que desea o anhela. Cuando se le da al niño todo lo que pide se le está gratificando de forma constante y el niño espera que esto sea siempre así.
Sucede que, llega el día en que el niño no puede conseguir algo, y entonces se encuentra con dificultades de gestionar la frustración porque no cuenta con los recursos emocionales necesarios para hacerle frente.
Los padres influyen en la forma en que los niños toleran la frustración. Como todo, la frustración es parte de la vida y lo que marca la diferencia en la felicidad de los niños es su habilidad para tolerarla. Los regalos son una oportunidad para transmitir valores y que los niños aprendan a vivir de una manera más gratificante que les permita afrontar los desafíos de la vida de forma constructiva.
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