Uno de los objetivos en el crecimiento personal es ir ampliando los límites progresivamente. Cómo ampliarlos y para qué hacerlo son cuestiones que cada uno le otorga su sentido personal, aunque en el fondo tiene que ver con esta frase tan conocida de Einstein “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
A la postre, no hacer siempre lo mismo, es decir hacer cosas diferentes tiene que ver con ampliar los límites. Hay muchos tipos de límites, los límites de lo conocido o lo familiar, los límites de los valores y las creencias, los límites de la expresión, los límites en el contacto con los demás, etc.
Los límites cumplen una función. Nos ayudan a definir nuestro espacio físico, emocional…nos protegen de riesgos, nos permiten diferenciarnos de los demás, nos ayudan a sentirnos seguros, etc.
A la par nos impiden salir de nuestra zona de confort y explorar espacios no conocidos, nos frenan a la hora de mostrarnos de cierta manera, de expresar algunos sentimientos, etc.
Depende de cómo hayan sido fijados tenemos mayor capacidad de maniobra. Hay límites que están rígidamente fijados, sustentados por normas y miedos… Hay otros que son más flexibles….
Cruzar los límites “demasiado” deprisa o “demasiado” lejos nos puede llevar a una zona de riesgo y a sentirnos desprotegidos. Quedarnos detrás de ellos nos impide entrar en una zona donde aprender y expandir nuestros recursos.
Quizá una de las razones por las que nos quedamos en lo familiar sea porque alguna vez saltamos demasiado lejos y en ese momento aprendimos que arriesgar tenía más cosas en contra que a favor. De alguna manera andamos con la misma creencia que no hemos actualizado y actuamos en base a ella.
Ampliar los límites también consiste, valga la redundancia, en aprender a poner límites en determinados aspectos. En la manera de estar en las relaciones, en nuestro modo de trabajar…Tomar nuestro espacio si no solemos ocupar espacio en la relación con el otro o a la inversa, ceder un espacio al otro/a si no le permitimos entrar en él. En este sentido mover el límite, la frontera que nos separa, dándome a mí, o dándole al otro en función de las necesidades que vayan emergiendo.
De alguna manera Eduardo Galeano hacía referencia a esto con su conocida frase: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”.
¿Y si caminamos?
Feliz viernes!
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