¿Cómo saber cuando uno puede volver a estar en una relación de pareja? ¿Qué pasa cuando no se deja el tiempo necesario para elaborar la ruptura? ¿Qué hacer con la soledad sentida?
Estas y otras cuestiones son inquietudes que con frecuencia se presentan ante las rupturas que se producen no deseadas, bien sean esperadas o imprevisibles.
Y es que, a veces, ante el dolor de la pérdida uno intenta no sentir, contarse que no es para tanto o volverse a enamorar. Esto último o bien pasa porque conoce a alguien que le acompaña en el proceso y le brinda apoyo o también porque inconscientemente busca a alguien para evitar esa soledad.
Aunque cada uno tiene un ritmo y un espacio diferente para vivir la pérdida con frecuencia hay personas que dejan pasar poco tiempo, y esto, al final puede volverse en su contra. Me gusta la frase de Walter Riso donde dice: “Un clavo no saca otro clavo, a veces los dos se quedan dentro”.
Una pérdida no elaborada, un duelo no resuelto se queda como asunto pendiente, y sin la persona saberlo acaba interfiriendo en la nueva relación. Es posible, además, que la persona con la que ha establecido la nueva relación sea después fuente de frustración porque la elección de la misma ha estado condicionada como decíamos antes por sustituir, olvidar el dolor o evitar la soledad.
No podemos olvidar que tras la ruptura de un vínculo tan importante como el de la pareja hay también una pérdida en la identidad de uno, pues con la persona que se deja se van experiencias, proyectos y aspectos de uno mismo que, de no ser elaborados se quedan enmascarados e interfieren en el presente.
Al igual que en las pérdidas por muerte biológica también es necesario vivir el duelo por la pérdida, en este caso de la pareja. Esto no es gratuito e implica sentir el dolor. Eso sí, cada uno decide que actitud adopta ante ese dolor. Uno puede resistirse, puede hacer como que no va con él o puede decidir vivirlo. Es entonces, si adopta esta última elección cuando puede trascenderlo, hasta el punto de dejarlo ir y descubrir el sentido de su dolor.
Duda Deborha apunta: “Llora o grita si lo necesitas. Enfurécete si eso te alivia, interpélale a Dios por tu desdicha, sin miedo, nada hay que temer, él puede comprenderte. Deja que tu dolor salga por los poros de tu ser. Llora todo aquello que es posible que acumularas desde tiempo atrás y que no has podido sacar. Límpiate a través del llanto, si intuyes que ese es el camino, de tus tristezas pasadas”.
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