¿Es positivo dejarse llevar por las emociones? ¿Deberíamos controlarlas más? ¿A qué es mejor obedecer: a la razón o a la emoción?
Este es un tema controvertido y como tal no tiene respuestas sencillas ni siquiera respuestas que puedan considerarse pautas a seguir.
A veces uno cree que ´hacer lo que le dé la gana´ (usaré esta expresión para referirme a dejarse llevar por las emociones) es actuar con libertad sin embargo nada más lejos de la libertad que ser esclavo de las propias emociones o ´pasiones´ como llamamos a las emociones cuando dominan la voluntad. Otras se considera que ´controlar las emociones´ es sinónimo de ser dueño de ellas, sin embargo si tengo que estar controlando algo es que poco dominio tengo sobre ello.
Me gusta establecer esta diferencia entre controlar y dominar. Aunque parecieran significar lo mismo tienen matices distintos. Si algo tiene que ser controlado es que en cierta manera tengo que estar pendiente de ello, alerta, no sea cosa que se desborde. Mientras que si algo yo domino hay una confianza en que puede salir o se puede manifestar y tendré las herramientas necesarias para gestionarlo.
Cuando dominamos algo hay un equilibrio adecuado entre razón y emoción. Lo cierto es que no podemos convivir sin ninguna de las dos. En la razón hay mucha emoción, y en la emoción, mucha razón. Una adecuada integración entre ambas es lo que nos proporcionará la verdadera libertad.
Las emociones deben estar a nuestro servicio, no nosotros al servicio de ellas. Bien integradas con la razón nos proporcionan respuestas adecuadas y guías sobre las que sostenernos, ser conscientes de lo que nos ocurre y de lo que necesitamos en nuestra vida.
Y es que podemos pensarnos libres mientras somos ciegos a lo que nos impide la verdadera libertad.
Osho lo ilustra muy bien con el siguiente texto:
“Mi camino ha sido descrito como el camino del corazón, pero no es cierto. El corazón te dará todo tipo de imaginaciones, alucinaciones, ilusiones, dulces sueños… pero no puede darte la verdad. La verdad está en tu consciencia, no es la mente, no es el corazón; está detrás de ambos. Y precisamente porque está separada de ambos, puede utilizarlos en armonía. La mente es peligrosa en ciertos campos, porque tiene ojos pero no tiene piernas, está inválida.
El corazón funciona en otra dimensión. No tiene ojos pero tiene piernas; está ciego pero puede moverse con tremenda rapidez; naturalmente sin saber a dónde va. No es una casualidad que en todo el mundo se diga que el amor es ciego. No es que el amor sea ciego, es que el corazón no tiene ojos.
A medida que profundizas en la meditación tu identificación con la mente y el corazón empieza a desvanecerse; te transformas en un triángulo. Tu realidad se centra en la tercera fuerza en ti: la consciencia. Y la consciencia puede actuar con facilidad, porque ambos, el corazón y la mente forman parte de ella”.
¿Esclavos de nuestras emociones o aprendices conscientes?
Feliz viernes!
Pingback: El peligro de esconder el dolor | IRENECALATAYUD