Todos tenemos una máscara; una máscara que nos ponemos y bajo la cual se esconden aspectos y maneras de ser que no queremos mostrar a los demás. Con ella ocultamos aquello con lo que nos sentimos vulnerables y aquello que pensamos que no será aceptado por los otros.
La máscara nos protege y a la vez nos impide ser como somos. Ser uno mismo lleva consigo un coste añadido. Desde que somos niños y conforme vamos creciendo interiorizamos la idea de que atreverse a ser como uno es en su esencia provoca consecuencias -a veces no deseadas- en las personas que están cerca de nosotros y en los adultos que nos cuidan. A menudo renunciamos a ser para poder estar.
Para el niño, donde lo más importante es ser aceptado por sus padres y sentirse querido ello supone una ruptura con su naturaleza: ´De esta manera puedo ser querido, de esta otra no´.
Progresivamente vamos adaptando nuestra personalidad en función de aquello que se espera de nosotros. Vamos construyendo lo que llamamos el ´Yo adaptado´. Desde la máscara, también llamada ego, nos aseguramos de que el otro nos vea como queremos que nos vea. Interpretamos un personaje que nos cae bien y con el que nos sentimos identificados.
A continuación un texto de Gilbert Brenson donde habla de la máscara:
Cada vez que me pongo una máscara, lo hago para tapar mi realidad fingiendo ser lo que no soy. Lo hago para atraer a la gente; luego descubro que sólo atraigo a otros enmascarados y alejo a los demás, debido a un estorbo: la máscara.
Cada vez que me pongo una máscara lo hago para evitar que la gente vea mis debilidades, luego descubro que como no ven mi humanidad; y al no ver lo que soy: sólo ven a la máscara.
Cada vez que me pongo una máscara lo hago para preservar mis amistades; luego descubro que cuando pierdo un amigo por no haber sido auténtico, es que realmente no era amigo mío, sino de la máscara.
Cada vez que me pongo una máscara lo hago para evitar ofender a alguien y ser diplomático; luego descubro que aquello que ofende a las personas con quien quiero intimar, es la máscara.
Cada vez que me pongo una máscara lo hago convencido que es lo mejor que puedo hacer para ser amado, luego descubro la gran paradoja… Lo que más deseo lograr con mi máscara, es precisamente lo que impido con ella.
“Toda máscara tiene un agujero y es por ahí que la verdad escapa”.
Y tú, ¿a quién deseas que quieran? ¿A ti o a la máscara?
Feliz viernes!