Después de una interesante conversación quiero dedicar este post a hablar sobre la empatía, una capacidad que podemos utilizar para vivir las relaciones de una manera diferente y muchas veces, ahorrarnos unos cuantos conflictos.
Coloquialmente se define la empatía como “la capacidad de ponerse en la piel del otro”. A veces está definición confunde más que aclara, porque hay casos en que a uno le es difícil ponerse en la piel del otro, sencillamente porque entran en juego valores, principios y actitudes de gran importancia que chocan entre sí.
Y es que, ponerse en la piel del otro sin dejar de lado estos valores y principios no funciona, pero al mismo tiempo, significa ello que debemos renunciar a nuestros propios valores y principios? ¿Dónde está el límite?
Empatizar significa ponerse en la piel del otro y percibir lo que le pasa desde su mirada, desde sus circunstancias; no desde las nuestras. Se trata de conocer lo que le ocurre al otro desde su propia historia.
Suelo poner siempre el mismo ejemplo. Durante bastante tiempo he atendido personas que tienen problemas de adicciones y algunas personas me comentan “¡¿cómo puedes entender que una persona consuma y gaste dinero en ello? No hay manera de entenderlo?!”
Y mi respuesta siempre es la misma: “Entender algo no significa justificarlo o aprobarlo”. Entender significa comprender cómo llega a darse eso, que hay detrás de lo que se ve, en el fondo. Significa conocer al otro con lo que muestra y con lo que no. ¿Qué creencias, qué emociones, qué necesidades presenta? ¿Con qué recursos personales cuenta? Si nos quedamos sólo con lo aparente nos perdemos la mitad de la película.
Para desarrollar la empatía es necesario entrenar, pero sobre todo querer conocer al otro desde el no juicio.
Ya sea en las relaciones personales o en las relaciones de trabajo (padre/madre-hijo, profesor-alumno, terapeuta-persona, vendedor-cliente…) la práctica de la empatía nos ayuda a disfrutar mejor de las relaciones y nos hace más humanos.
Con la empatía crecemos y ayudamos a que los otros crezcan como personas.
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