Detrás de este juego de palabras se encierra una gran verdad que todos sabemos pero pocas veces llevamos a la práctica.
Cuando nos equivocamos en algo que nos duele es frecuente escuchar:
¡Es que no soy perfecto, como todos me equivoco! (con tono enojado/ triste/ etc). A nivel de lenguaje reconocemos no ser perfectos, pero si nos fijamos en el tono de enfado podríamos leer algo así como ¡Me da rabia no ser perfecto! o similares. En este sentido no acabamos de integrar la imperfección.
«Perfecto» significa según la RAE «Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea».
Quiero resaltar lo de «mayor grado posible» que en nuestro día a día suele omitirse y quedarse en «Que tiene bondad o excelencia en su línea».
Y es que si fuésemos perfectos seríamos imperfectamente perfectos. Cada uno viviría en un mundo totalmente individual y no tendría sentido nada de nuestra vida. No necesitaríamos del otro, seríamos como máquinas automatizadas que se abastecen a sí mismas. Seríamos seres autosuficientes al 100%. ¿Te imaginas por un momento como sería el mundo?
Con frecuencia olvidamos el sentido de la imperfección y las virtudes que nos ofrece como la humanidad, la humildad y el trabajo en equipo entre otras. Cómo además otorga una razón de ser y una búsqueda de excelencia que no tiene fin y que incluye al otro como ayudante en la búsqueda.
Como dice aquel proverbio africano: «Si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado».
Pingback: Equivocarse también es acertar | IRENECALATAYUD