Tengo que confesar que llevo tiempo reservándome este tema fruto de intensas tertulias con una compañera de profesión y amiga que admiro. Quiero transmitir algunas ideas que me parecen importantes en la comunicación de la afectividad.
¿Qué ocurre con la comunicación de los afectos, de las emociones?
Si contamos los besos, las sonrisas y los guiños que enviamos por el whatsapp en una semana tranquilamente podemos superar los 10.
Si además usamos otras vías de comunicación como el correo, chat, facebook podemos sumar otros tantos. (¡Por no incluir las exclamaciones, interrogaciones y demás complementos que acentúan los emoticonos y el lenguaje emocional!).
Dejemos el «mundo virtual» y vamos a contar ahora los besos, sonrisas y guiños que damos en el «mundo real».
Pensemos no sólo en la cantidad de besos y afectos que transmitimos sino también en la calidad de los mismos. ¿Es la sonrisa de buenos días una rutina que he incorporado por cortesía? O, por el contrario, ¿es una sonrisa con el deseo de que tengas buenos días? ¿Cómo son los besos que le regalo a esa persona que me encuentro por la calle? ¿Son sentidos y sinceros? ¿O se trata de besos comprometidos? Y si son comprometidos…¿qué es lo que me compromete a que sea así?
Me pregunto qué es lo que hace que en el mundo virtual sea tan fácil enviar un emoticono y que, en el día a día, expresar un afecto (alegría, miedo, tristeza, enfado, amor…) sea una cuestión más compleja.
Con los afectos establecemos vínculos con las personas, empatizamos con ellas y comunicamos nuestras necesidades. El lenguaje afectivo nos ayuda a crecer y a vivir, nos permite darnos un lugar a nosotros y al otro.
Te invito a que incorpores una práctica para ampliar la comunicación emocional: ¿te apuntas? Por cada dos emoticonos sonrientes que envies regálale a una persona importante para ti esa sonrisa, poniendo atención consciente mientras lo estás haciendo. Lo mismo con los besos. O con la tristeza. O el enfado.
¿Cómo sería empezar a expresar más en el «mundo real»?