Una de las mayores dificultades para muchas personas resulta ser la capacidad de discrepar del otro, de estar en desacuerdo o de defender lo que uno piensa ante los demás. Dicha dificultad se va forjando desde que uno es niño. Los niños crecen y se desarrollan a través de normas, límites, de aquello que es correcto y aquello que no, de los valores…
Para que las normas y los límites tengan efecto se acompañan de refuerzos y castigos. Se felicita al niño cuando cumple las normas (en ocasiones incluso si las cumple sin rechistar), cuando no interrumpe mientras hablan los mayores, cuando no llora, cuando tiene un comportamiento «ejemplar» en actos públicos, etc. En definitiva; se premian aquellas conductas que los mayores «juzgan» como correctas y se castigan aquellas que se «juzgan» como incorrectas.
Lo que ocurre es que muchas veces aquello que se considera correcto o incorrecto no se pone a revisión, es algo transmitido por el entorno a través de generaciones que se ha quedado ahí, como algo inamovible. Se premia o se castiga el comportamiento porque se atiende al comportamiento sin tener en cuenta las circunstancias del momento.
Sucede que, de manera automática, se va gestando en la obediencia una dependencia del otro; de su aprobación, de su valoración, de su permiso para poder ser, estar y/o hacer. Sucede que, el niño ya no es tan niño y se encuentra necesitando del otro para poder ser.
Al mismo tiempo esto se confunde con la responsabilidad, se califica al niño que no obedece de irresponsable, de rebelde. Esto genera consecuencias en la autovaloración del niño y también del adulto que vive sin ser consciente de ello.
Los límites, las normas, las pautas de conducta…son imprescindibles para guiar el desarrollo de un niño que llega a un mundo desconocido para él. El niño necesita que se le recuerde que él es el pequeño y que el padre, profesor, adulto es el grande; pero necesita aprender a ser responsable de sus actos y también necesita desarrollar un pensamiento crítico, expresar abiertamente lo que piensa y desarrollar una valoración propia de sí mismo.
Y a ti, ¿se te estimuló a ser obediente o a ser responsable de ti mismo?